En la isla de São Miguel hay mucho que ver, y a veces cuesta elegir entre los rincones más bonitos. Sin duda Ponta Ferraria es uno de ellos. En el oeste de la isla, su paisaje sitúa rápidamente al viajero en el pasado volcánico de las Azores. La carretera costera hace un zig zag sinuoso para bajar hasta el nivel del mar cambiando drásticamente como si estuviésemos en Islandia.
A simple vista se intuye que el agreste paisaje árido de Ponta da Ferraria es fruto de la frecuente actividad volcánica – siempre hablando en «tiempos geológicos de millones de años»-. Los colores basálticos oscuros y los ferruginosos rojizos parecen el extremo polícromo de los verdes del alto de los acantilados.
Solo la foto aérea permite ver la accidentada costa, con un pequeño cráter extinto cuyo derrumbe de una de las paredes, precipitó la colada de lava que forma la plataforma de la punta da Ferraria.
Historia
Están documentados varios episodios vulcanológicos en esta «esquina» de la isla de São Miguel. En 1538 una erupción submarina hizo asomar una pequeña isla durante el mes que duró el regurgitar terrestre. Tres siglos después, en 1811 otra erupción -esta vez más violenta en tierra firme- hizo aflorar del lecho marino una isla que, avistada por la fragata británica HMS Sabrina, la bautizó como Isla Sabrina, reclamada por el Imperio hasta que la naturaleza la volvió a hundir años después.
El sol es en Azores un juez que otorga con su presencia la posibilidad de disfrutar de la belleza de un mismo paisaje con el filtro de sus rayos o el secuestro de la luz entre las nubes. Cuando irradia luminosidad, los colores ocres de Ponta da Ferraria intensifican su saturación, en claro contraste con azules y verdes de un mar que expulsa espuma por su «boca» cuando se enfurece.
Termas de Ferraria
Junto al parking hay una casa que da acceso a las termas de Ferraria. Ofrece tratamientos termales con una piscina de aguas cálidas que brotan de la tierra a 40 grados. Cuenta con un pequeño restaurante.
Baño en Ponta da Ferraria
Detrás del spa un camino asfaltado sobre las afiladas rocas volcánicas conduce a una pequeña cala, famosa ya en toda la isla. Las mismas aguas termales que calientan las aguas del balneario, se filtran hasta desembocar en el mar. Fundidas en el océano hacen que las temperaturas sean más agradables, incrementando desde los 16-20 grados habituales hasta los 28. Las sogas permiten asirse para no dejarse arrastrar por el oleaje. Protegida por dos salientes de roca volcánica, la cala parece una piscina, si bien es cierto que sus aguas no son precisamente un balsa apacible.
Además son uno de los lugares más célebres de São Miguel, lo que implica que en los meses de verano hay bastante gente tratando de bañarse en la cala de Ponta da Ferraria.
Junto al área de baño numerosas pozas sirven de hábitat de pequeños peces, cangrejos, crustáceos y variedades de algas.
Es recomendable bañarse con marea baja, o por lo menos cerciorarse de que el estado del mar no supone un peligro. Junto a la cala hay varias casetas que funcionan como vestuarios y duchas.
Miradores
El atardecer en toda esta zona de São Miguel es fascinante. Son varios los lugares ideales para disfrutarlo, empezando por la misma Ponta da Ferraria, hasta pasando por los miradores de Escalvado hacia Mosteiros, el de Ilha Sabrina, o junto al faro, cuyo contraluz de la torre del faro dibuja una silueta preciosa.
Cómo llegar a Ponta da Ferraria
No hay opción de transporte público hasta Ponta da Ferraria, de modo que solo podemos llegar en coche o moto de alquiler o en excursiones organizadas. Desde Ponta Delgada se debe seguir las indicaciones hacia al aeropuerto y después a Sete Cidades, la EN1-1A,. Pasada la población de Ginetes observaremos señales hacia el destino. Desde Ribeira Grande la ruta va a través de Rabo de Peixe y Ajuda da Bretanha.